Cuando estas molesto/a con alguien, necesitas ser escuchado, poner en claro tu posición y trazar un límite. Un límite que te permita ser fiel y auténtico/a, sin que esto necesariamente implique que la otra persona deba cambiar su comportamiento… ¿O sí?

Cuando esas conversaciones se evitan por incomodidad, falta de confianza o resignación, las relaciones van perdiendo densidad y vamos sintiendo que los proyectos en conjunto con otros dejan de ser un nosotros. ¿Qué necesitas en tu caso para tener esa conversación incómoda?

Esta historia está inspirada en una conversación real con uno de mis coachees. Mi responsabilidad como coach es proteger la confidencialidad de las personas, por lo que los sucesos aquí narrados están resumidos y cambiados, los nombres son ficticios y las interpretaciones pueden ser disímiles a las ocurridas.

Situación

Manuel y Carlos empezaron juntos un emprendimiento hace 15 años, que  poco tiempo se volvió una empresa. La empresa creció, el negocio se fue haciendo más y más importante. Emplean a más de 30 personas y atienden a empresas multinacionales, pero los socios no evolucionaron profesionalmente de la misma forma.

Manuel se formó, hizo cursos y hasta una carrera universitaria. Carlos, en cambio, dedicó el ciento por ciento de su tiempo y energía al trabajo, pero no evolucionó su rol. En lugar de asumir funciones gerenciales del negocio, sigue haciendo controles operativos y administrativos que hoy podría hacer un empleado.

Carlos no planifica y no actúa proactivamente frente a los problemas y se comporta como un bombero que apaga incendios. Por esto último, Carlos considera que su rol es fundamental en la empresa y que si él no se ocupara personalmente de esas cosas, todo sería un caos.

Manuel siente que solo él tiene una visión a largo plazo del negocio y que toma decisiones estratégicas. En el pasado tuvo varias conversaciones con Carlos para que él comparta la gestión estratégica de la empresa y abandone las tareas operativas. Carlos se compromete a hacerlo, pero a la larga evita el cambio y sigue con sus rutinas que le ocupan todo el tiempo. Manuel, siente que no consigue ser escuchado y eso lo enoja y lo frustra.

La que sigue es una parte de la conversación de coaching con Manuel.

Resumen de la Conversación

Manuel, molesto. – ¡Tengo ganas de abandonar todo y vender mi parte de la empresa! – Otra vez Carlos intervino para solucionar un problema con un cliente. (Cuando dijo solucionar hizo una seña con sus dedos para marcar comillas).

– Entiendo que lo que te molesta de su comportamiento, en este caso, es que rompe los procedimientos establecidos y microgestiona (*) lo que debería hacer un empleado. ¿No es así?

– Sí, es eso.

– Sé que este tema lo conversaron con Carlos varias veces en el pasado. ¿Qué posibilidades de acción ves ahora?

– No sé. No tengo idea cómo abordar este tema y además pienso que igual nada va a cambiar. – Igual no se me ocurre otra cosa que seguir hablándole.

– ¿Qué debería cambiar para que tu disposición a hablar con Carlos sea mejor?

Manuel miró hacia arriba y después de unos segundos dijo – Antes que nada que me escuche. – Me refiero a que reflexione en lo que yo le diga, no que me diga todo que sí.

– Si tuvieras que pedirle a Carlos que te escuche, ¿Cómo se lo pedirías?

– Le pediría que me escuche con atención y empatía y que considere seriamente lo que voy a decirle. – Y después le diría que a diferencia de las  veces anteriores en las que hablamos de estos temas, esta vez es diferente.

– ¿Cuál es par vos el problema de fondo?

– Estoy cansado de ser yo quien me tenga que hacer cargo de la dirección y la profesionalización de la empresa y que Carlos siga con su modalidad de trabajo operativo que rompe los procesos.

– Entonces… ¿Cuál es el problema?

– El problema es que no hay un visión en común, que no estamos alineados en la estrategia y que él no quiere discutir y asumir compromisos sobre el tema.

– Bien, eso suena más específico, ¿no te parece?

– ¡Sí, totalmente! Y me doy cuenta que cuando antes intenté hablar del tema, todo giraba solamente alrededor de mis sentimientos y mi pedido hacia el era bastante difuso.

– ¿Qué resultado esperas lograr con al conversar esto con Carlos?

– Primero que nada, quiero conectar con Carlos en un clima de confianza mutua. Pero después quiero que se disponga a tener la conversación de qué tipo de empresa queremos desarrollar. – Soy consciente que voy a tener que negociar y también voy a tener que ceder.

– Y lo más importante Manuel, ese resultado va a requerir de varias conversaciones y de sucesivas realineaciones. Es decir de paciencia y perseverancia.

– Te dejo una «tarea para el hogar». Pensando en positivo: ¿Qué te motiva a emprender este negocio junto con Carlos? Y te propongo que le traslades este mismo ejercicio a Carlos para que compartan las respuestas.

– Te invito a cerrar esta conversación haciendo un resumen de tus aprendizajes.

Reflexiones sobre la conversación

  • Escuchar con empatía y aceptación a Carlos y pedirle que él haga lo mismo.
  • Explicar como me siento le hace más fácil al otro la empatía y a mí me permite sacarme el peso de encima.
  • También es súper importante identificar con claridad el problema, porque sino sigo dando vueltas en conversaciones que no llegan a ninguna parte
  • El resultado que espero de la otra persona tiene que ser algo que esté a su alcance y con lo que pueda comprometerse.
  • Finalmente, que para alcanzar el resultado vamos a tener que ser perseverantes y pacientes y aprender a convivir con las diferencias que no puedan resolverse.

¿Qué pensás de la experiencia de Manuel? ¿Qué otras reflexiones sumarías?

Te leo en los comentarios

(*) Por Microgestión entiendo un exceso en el control de las tareas operativas de un empleado, al punto en que su jefe le indica al detalle cómo hacerlas o directamente las realiza él mismo.