En 1968, el psicólogo norteamericano Wayne Oates creó el término «workoholic” o adicto al trabajo. El término apareció por primera vez en su libro “Confessions of a workaholic”, publicado en ese año y que no se tradujo al español.

Un trabajólico, como también se lo conoce, es una persona que tiene una compulsión o una necesidad incontrolable de trabajar durante largas jornadas. Si bien el término no constituye propiamente una patología reconocida por la psicología, sí conlleva desórdenes que afectan a la salud física y afecta a las personas y a sus relaciones cercanas.

La psicóloga española Marisa Bosqued en su libro ¡Que no te pese el trabajo!, menciona tres tipos de síntomas asociados.

  • Síntomas cognitivos, como ansiedad, irritabilidad, depresión, necesidad creciente de trabajar más y dedicarle más tiempo al trabajo.
  • Síntomas fisiológicos, como estrés, insomnio y todos los padecimientos y enfermedades derivadas del estrés prolongado.
  • síntomas comportamentales, como la obsesión compulsiva por programarse rutinas estrictas, la incomodidad de tomar un descanso prolongado o alejamiento de la familia y los amigos.

¿Adicto al trabajo o muy comprometido?

No debemos confundir el compromiso con la adicción al trabajo, no es cuestión de cantidad de horas, sino de cómo se priorizan las tareas laborales. Para un adicto al trabajo, su ocupación es el centro de sus actividades y le lleva a postergar sus otras necesidades personales, familiares y sociales.

El teletrabajo, práctica que se extendió con la pandemia de Coronavirus y gracias a la divulgación de los recursos digitales que favorecen la gestión y la interconexión remota, acentuó la conducta de los adictos al trabajo. Entre otros efectos de la pandemia en el trabajo se observó el aumento en la carga de trabajo, el aumento también en las horas trabajadas, la penetración del espacio de trabajo en la propia casa y a esto se suma el hábito a hacer zapping entre pantallas, lo que también acentúa la desconexión entre las personas.

El problema, además es que en muchas organizaciones se interpreta que una persona adicta al trabajo está más comprometida, que es más productiva y hasta más efectiva. Inclusive podría considerarse un valor implícito, por lo que aquellas personas que respetan los horarios y las buenas prácticas laborales pueden quedar como perezosos.

¿Cómo opera el cerebro de un adicto al trabajo?

Cuando realizamos una acción y obtenemos un resultado, se activa el sistema de recompensas del cerebro. Por ejemplo, cuando nos quedamos a trabajar fuera de hora y terminamos una tarea larga o difícil, se estimula el área de placer y bienestar, como consecuencia de ello estaremos reforzando esta conducta. De manera primitiva, al grabar esta conducta como importante actuamos, como si ello fuera funcional a nuestra supervivencia.

Los estudios no encuentran diferencias de género, clases sociales, tipo de relación laboral o estado civil, aunque si se encontró una correlación que evidenciaría que los jóvenes, serían más propensos a la adicción al trabajo.

Una persona que lleve mucho tiempo en una conducta adictiva al trabajo podría caer a la larga en el síndrome de «burn out» o «quemado», que representa a las personas agotadas mentalmente y sin energía.

Tres tipos de workoholics

Marisa Bosqued menciona y describe a tres tipos de adictos al trabajo:

El Complaciente

Tiene un menor nivel de expectativas y mayor sociabilidad que los otros adictos. Le dan mucho valor a la aprobación de su jefe y de los colegas de trabajo y pueden considerar que el esfuerzo por el trabajo puede ser una manera de ganar el respeto de los demás. Es común que repriman sus problemas y su sufrimiento y, en cambio se muestren satisfechos. Este comportamiento está motivado por la baja autoestima.

El Controlador

Son independientes, ambiciosos y detestan perder el control. En entornos de inestabilidad laboral pueden ponerse ansiosos e irritables y esto los lleva a redoblar los esfuerzos en el trabajo. En este caso, el factor que lleva a la adicción al trabajo es el miedo.

El Narcisista

Son egocéntricos, buscan el beneficio propio sin importarles las consecuencias para los demás. Dada su falta de la empatía, relativizan o niegan el daño que la adicción al trabajo produce en sus relaciones y probablemente no lo percibirán hasta que sea demasiado tarde. La raíz emocional de esta tendencia a la adicción al trabajo es la soberbia y la autosuficiencia.

Fuente: creación propia

Comportamientos típicos del adicto al trabajo

Ser el primero en llegar y el último en irse del trabajo

«En la mañana estoy más concentrado y tranquilo y me rinde más el tiempo», es un argumento muy común. El problema se hace sentir cuando además te quedas trabajando más tarde para «planificar el día siguiente» y esto se vuelve un hábito.

Trabajar jornadas de 10 o más horas

Las jornadas maratónicas de trabajo, que frecuentemente siguen en la propia casa son un claro síntoma de adicción al trabajo. Cuando el adicto al trabajo es el jefe, esto puede enrarecer el clima laboral. Muchos colaboradores pueden pensar que no es justo que ellos se retiren al finalizar la jornada, mientras él sigue trabajando. En los peores casos es el propio manager el que manifiesta o insinúa que no es responsable retirarse hasta que no se termina el trabajo.

Sobrecargarse de compromisos

Si te cuesta decir no, o negociar un compromiso interpersonal, es posible que tiendas a adaptarte y aceptar un pedido sin estar seguro/a de tener el tiempo y los recursos para cumplirlo. Esta es una de las maneras en las que se manifiesta la falta de asertividad. El resultado es que sobrecargas tu agenda, te estresas por correr detrás de las urgencias y te sentís en deuda, frecuentemente, con más de una persona al mismo tiempo.

Si la respuesta que consideras a este problema es extender el horario laboral, cuidado, porque te estas metiendo en un loop que puede llevarte a la adicción al trabajo.

No hacer descansos y pasar por alto las comidas

La productividad aumenta cuando organizamos nuestro trabajo con pausas regulares y frecuentes. Eso no solamente nos ayuda a descansar, sino además facilita la concentración y la evaluación y modificación de las prioridades. Por otro lado, pasar por alto el refrigerio o el almuerzo altera el ritmo biológico y puede traernos diferentes trastornos de salud y, por supuesto es un comportamiento que puede evidenciar la adicción al trabajo.

Hablar todo el tiempo de trabajo

SI en los momentos en que podés desconectar del trabajo y pasar tiempo con tus amigos o familia, continúas hablando de tareas laborales, de tu jefe, de tu ascenso, tu sueldo, etc. es una señal evidente de que el trabajo ocupa demasiada centralidad en tu vida. ¡Hay vida más allá del trabajo!

Tomar vacaciones y continuar pensando en el trabajo

Un excelente parámetro para saber qué tan adictos al trabajo somos es cuánto tardamos en desconectar cuando nos tomamos vacaciones. Para algunos basta con preparar el equipaje, pero otros pasan días tratando de cortar con sus rutinas. El cambio repentino en los horarios para acostarse y levantarse de la cama, el almuerzo y las actividades diarias ya imponen un corte, pero el desafío más importante es dejar de pensar en el trabajo.

No hay un tiempo ideal en el que nos sintamos y comportemos en “modo vacaciones”, somos diferentes, pero es importante estar atentos a conectar con el tiempo de ocio y descanso.

Postergar o cambiar los planes personales por «complicaciones en el trabajo»

¿Cuánto hace que no te haces un examen médico? ¿Cuántas excusas más tendrás que escucharte decir para retomar la actividad física? y ¿Qué hay de esa salida familiar o con amigos a la que renunciaste por terminar una tarea muy importante? Todos estos hechos muestran tu nivel de adicción al trabajo. Tal vez debas empezar ya mismo un plan para equilibrar su vida laboral con el cuidado de tu tiempo personal para cuidar de tu salud y tus relaciones y para dar lugar al placer de abrazar algún hobbie.

No delegar, ni apoyarte en tu equipo

¿De verdad estás pensando que nadie hace el trabajo mejor, con el mismo compromiso y calidad que vos mismo/a? Aprender a confiar en la responsabilidad y las competencias del equipo, animarlos a tomar decisiones, alimentar el debate de ideas y la diversidad. Todas estas acciones mejoran el rendimiento del equipo y son un antídoto contra la adicción al trabajo. Un líder que no delega, además, es un líder que no motiva y no apuesta al crecimiento profesional de su equipo.

Negar el problema

Negar el problema es parte del problema. Generalmente los workoholics no se hacen cargo de su adicción y la relativizan como si ellos pudieran manejar esa conducta. De hecho, en muchos casos hasta se sienten orgullosos, porque lo ven y lo destacan como una virtud. Las raíces de esta conducta pueden estar en otros problemas intra o interpersonales, pero en cualquier caso es una tendencia que termina por enfermar a la persona y su entorno.

Sentirse agotado/a, presionado/a y estresado/a

En muchas empresas se enfatiza que “acá trabajamos bajo presión”. Por supuesto que puede haber situaciones de crisis o eventos extraordinarios que requieran dar un plus de esfuerzo, imaginación y dedicación. Pero si esto se vuelve la regla, podrías empezar a sentir…

  • Cansancio
  • Dolores cervicales o lumbares
  • Acides o dolores estomacales
  • Palpitaciones
  • Dolor de cabeza

Los síntomas pueden ser muchos más y en cualquier caso es evidente que el cuerpo está avisando que es momento de parar. Cuando el trabajo bajo presión se incorpora a la cultura de la organización, el clima laboral puede volverse tóxico y a la larga no solo enferma a las personas, sino que también esto será improductivo.

A veces la adicción al trabajo se conecta con el síndrome del impostor, en el sentido que la autoexigencia es tan intensa que no te permites relajarte y aceptar tus fortalezas y falencias. Si te interesa saber más sobre el tema te ofrezco este artículo: síndrome del impostor.

Te leo en los comentarios y te invito a una conversación de coaching sobre tu adicción al trabajo.